Nuestro Hombre En Tacoma

 

 

En busca del arte en Tacoma

Por Chance Stevens

Traducción: Ana Verona

 

El año pasado se oyeron muchos comentarios en el noroeste sobre la decisión de Toyota de denominar "The Tacoma" a su último modelo de camioneta. Muchas personas que conocen la ciudad, y especialmente los vecinos del norte –en la tan preocupada por el estilo Seattle- se preguntaban si los de Toyota sabían lo que estaban haciendo. ¿Acaso no habían oído hablar del "Aroma de Tacoma" (un casi constante mal olor que invade el aire debido a las plantas de pulpa y a otras industrias pesadas) o de otras muchas desventajas de aquella ciudad? ¿Acaso esto no tendría algún efecto sobre las ventas del nuevo modelo, quizás los compradores prefieran pasearse en modelos con nombres más masculinos como "Sierra", "Ram" o "Tahoe"? ¿O quedarse con las combinaciones de letras y números más neutrales de las "series-F" o de las "series-S"? "No," le anunció Toyota a la región "hemos investigado exhaustivamente y el resultado es que el país, de hecho el mundo, piensa que Tacoma suena "resistente". Y la palabra "resistente", vende camionetas. La ciudad es otra historia.

Está bien, es un gesto que la ciudad ha sabido apreciar. Después de todo, El Gran noroeste, y en especial seattle, ha tratado agresivamente de seducir a todo el país durante la última década. La imagen es todo. De hecho, faltando un tercio de la década, parece que los 90 quedarán inscriptos para siempre en la conciencia de la nación como "la década del Grunge", lo cual equivale a "la década de Seattle". Esto va más allá de hablar del café, de Microsoft, y por supuesto, del ambiente de la música; la palabra grunge denomina desde una moda hasta el rótulo dado a toda una generación. Un rótulo que evitaré utilizar incluso aquí. Ustedes saben lo que es. ¿Ven a qué me refiero?.

Pero, a excepción de un pequeño centro ubicado en el medio de Seattle (sí está bien, les hablo un poco de los "pequeños y bonitos barrios"), el estado de Washington no es en realidad lo que el resto del país imagina que es. Incluso se le puede dar crédito a algunas opiniones que lo consideran un suburbio de California (vayan a Bellevue, Federal Way, Redmond, Silverdale, Auburn, Kent, etc.). Gran parte de eso se parece al centro de estados Unidos (toda la parte este de Washington). Otros lugares parecen Canadá (las islas, gran parte de la costa). Y después está tacoma, el cinturón de óxido.

Soy fotógrafo y estoy acostumbrado a dejar que mis fotos hablen por sí mismas, pero se merecen algo de ayuda.

Una vez por semana, en un importante diario de seattle, aparecen las 25 canciones más populares de la semana anterior en la zona metropolitana. Durante los últimos años, la música country representa el 75% de esa lista. Sorprendente ¿no es cierto? En la tierra de pearl jam y The Presidents of the United States of America, Shania Twain es más conocida. Esto es responsabilidad del gusto musical del condado Pierce, 30 millas al sur, y de su ciudad más importante: Tacoma. el condado pierce, que es también parte del gran área metropolitana de Seattle, tiene una población de 600.000 personas. Hay quien dice que ése es el auténtico cuerpo y alma de washington. Esa delicada ciudad hacia el norte es para snobs, liberales a ultranza, homosexuales, hackers y modernosos que se sienten atraídos por el mito de una ciudad. La versión de los ‘90 de la San Francisco de los ‘60. Esta teoría podría tener algo de validez. ¿Pero... dónde encaja Tacoma en esta teoría?

Tacoma es militar. Allí están ubicadas la base de la fuerza aérea McChord y el Fuerte lewis (del ejército). Y tacoma es principalmente una ciudad de obreros industriales. No es una ciudad de grandes tecnologías. El centro se está muriendo de a poco, está muerto. Un pequeño grupo de los que se niegan a morir está tratando de erigir de los escombros un distrito de moda destinado al teatro, las artes y las antigüedades. Desde algún punto de tan noble emprendimiento comienzo mi tarea para "Babel". La llamaré:

Autor en busca del arte en Tacoma

Llueve. Empiezo por eso. Está bien, pienso, eso me va a dar la verdadera imagen de la región. Leo en el diario local sobre un hombre que gastó 250.000 dólares para renovar un viejo edificio del centro. Construyó tres salas en ese terreno y pasaba películas extranjeras y organizaba muestras de arte. Era un fracaso, no había mercado para eso en tacoma y el dueño pedía abiertamente ayuda económica. De lo contrario quebraría. Así que decidí ir allí en mi auto y ver "Il Postino".

El cine estaba en la planta baja de un viejo edificio de ladrillos precariamente ubicado sobre una colina que daba a las interminables costas de lodo del área industrial de la ciudad. No había ningún cartel, lo cual representaba un problema (estoy acostumbrado a ver carteles en los cines). Había pósters pegados en el vidrio. Si uno sabe la dirección, todo bien: estaciona y busca este tipo de cosas en tacoma. Lo aprendí rápidamente.

No había boletería. Al entrar me rodeó un olor misterioso y sofocante, supuse que era la alfombra o simplemente la estructura del edificio en general; consideré otra posibilidad cuando me topé con los empleados.

Un ser andrógino y con aspecto muy grasiento se inclinó sobre el mostrador igualmente grasiento donde se vendían las golosinas. El/ella susurró en el teléfono "ya sé que es un pedido un poco raro, pero ¿hay alguna posibilidad de que llames al chofer y le digas que guarde el pañuelo? Es muy importante...me lo dio alguien especial". El/ella me miró. Yo tenía cuatro dólares en la mano para la entrada. Junto a el/ella había rollos de entradas muy coloridos parecidos a los que nos entregaban cuando éramos chicos al presentar dibujos a alguna concurso. El/ella no se dio cuenta y volvió a hablar por el teléfono.

"No, de veras, puedo salir del trabajo e ir a la estación. Ese pañuelo es muy importante para mí". Las orejas le relucían con cinco tachas cada una.

Desde alguna parte apareció una persona más fácil de identificar con el género femenino. La persona enigma seguía pegada al tubo. "¿Qué película?" preguntó la que ahora se confirmaba como mujer.

-El cartero -dije.

-¿Il Postino? -me preguntó perpleja.

-Eh, sí...si -dije yo.

Hizo una mueca mientras cortaba la entrada verde lima. El ser andrógino, con la mente perdida en alguna parte, se deslizó hacia delante. El/ella se puso la mano sobre la oreja que tenía libre tapándosela. "Es de satén negro, con unas cositas", dijo en el teléfono.

-Cuatro dólares por favor -anunció el ser femenino.

Le di el dinero y con cuidado miré el mostrador, después miré al ser grasiento, después al ser femenino. Los dos tenían marcas de dudoso origen en la cara y el pelo como alambres negros, pajoso y seco. Elegí entrar directamente a la sala.

Cortinas de auténtico terciopelo rojo separaban las salas del hall de entrada. Eso me encantó. Muy auténtico. Todas butacas de madera, probablemente una adquisición lograda en las ruinas de otro cine del centro. Cortinas por todos lados. Dos personas más al fondo. Me senté bien adelante. La pantalla era muy pequeña.

Ahora sí. Estaba feliz. Una de mis películas favoritas es "Cinema Paradiso", una película sobre ver películas en un pequeño y extraño cine al cual se abandona para entrar a una vida real. Así que aquí estaba, preparándome para que una maravillosa película me llevase a Italia durante dos horas. Atardeceres del Mediterráneo e italianas sensuales, romance, colorido, sólo a pocos minutos de aquí. Azules y verdes y anaranjados y rojos. Lejos de los grises y marrones de tacoma. Una especie de Cinema Paradiso al revés.

Se apagaron las luces y despertaron los parlantes con una estática estruendosa como un disco viejo puesto a todo volumen. El primer sonido de la película hizo que los parlantes explotaran con un estrepitoso ¡pom! Después, la sala quedó vacía de sonidos, a excepción de la pareja que masticaba pororó. Podía oír corridas y gritos en el piso de arriba, luego un apagado uiiirrrrrr... cuando se rompió el proyector.

Aún así estaba contento. Todo era parte de la experiencia. Se suponía que tenía que ser así, soñar con lugares exóticos en un pueblo moribundo como éste. Algún día, me acordaré de esto, tirado en la arena de Amalfi, tomando grappa y picando aceitunas. Estaré feliz, satisfecho conmigo mismo por haber soportado semejante miseria y me felicitaré por haber tenido los huevos para salir de ahí y hacer algo con mi vida.

-¿Qué pasó con la película? -pregunté un tanto perturbado.

-Ah... -dijo el/ella mirándome. -Se quemó el foco. Ya mandamos a alguien a verlo.

-¿Cuánto va a tardar?

-Por lo menos una hora.

-Entonces... ¿se suspende la función?

-Ajá -confirmó el/ella, regresando el cepillo a su paja y luchando contra un nudo particularmente cansador.

-¿Por qué no lo anunciaron? -le pregunté.

-Pensé que no había nadie.

-Yo compré una entrada -aclaré.

-A lo mejor estaba en el baño en ese momento, no te vi. Te puedo devolver el dinero si querés, o darte un pase.

Acepté la devolución, fui al video club y saque "Mediterráneo". Una película italiana sobre soldados que descubren los verdaderos placeres de la vida. Transcurre en un pueblo pequeño...