Nuestro hombre en París

Richard Maxwell

 

 

¿Qué es esa cosa llamada Francia?

  Julio César, un avezado político y explorador militar, fue el primero en conseguir el interés mundial sobre lo que se encuentra mas allá del extremo continental del Eurotunel, o Chunnel como le llaman en Inglaterra, afirmando que era Galia y estaba dividida en tres partes. Hoy en día, gracias a la invención del papel cuadriculado, la inflación y diversos tipos de alfabetismo, casi la misma entidad geográfica está dividida en 22 regiones que constan de 95 departamentos y 36.627 ayuntamientos que albergan 60 millones de habitantes, siendo la mayor parte franceses que en su mayoría trabajan, principalmente para el gobierno.

 Si usted mira un mapa, Francia es un rectángulo deforme, más bien grande y llano, pegado en el extremo oriental de Europa y conocido por sus habitantes como le hexagone. Tiene un macizo montañoso amontonado en la esquina inferior derecha llamado Massif Central y una vecina más disciplinada de planta cuadrada colgando del extremo inferior denominada la Península Ibérica.

 Encima se encuentra Bélgica y a la derecha están Alemania y Suiza. En la esquina superior izquierda se encuentra un fragmento conocido como la Península Bretona, según sus habitantes que emigraron desde Gran Bretaña y que contemplaron la llegada de los Francos con cierta aversión. Respecto al resto, al oeste de lo que constituye hoy Francia no hay nada excepto 3.000 millas de Océano Atlántico antes de alcanzar América.

 En términos geográficos, Francia es, por supuesto, el país más grande de Europa sin contar a Alemania, de la cual fue separada sólo por accidente. Si recuerda, cuando los romanos abandonaron Galia, los Francos y otras tribus germánicas, incluyendo a los Borgoñones y diversos tipos de Godos, empezaron a llegar desde el Oeste debido a las presiones demográficas del Lejano Oriente (¿le suena? Piense en los mercados orientales en expansión, pero no se preocupe... aún). En ese período, alrededor de 496 D.C., Clovis y los Francos decidieron finalmente que iban a separarse, caramba, de las otras tribus germánicas y marcharse a dedicarse a sus propias cosillas. Así que despreciando a sus numerosos primos, Clovis y su pandilla se fueron hacia el oeste buscando un sitio donde quedarse. Los Galos, Celtas matriarcales donde los haya, se habían mudado a Bélgica tras la llegada de los Romanos, llevándose todo su bagaje cultural excepto los bocetos de una tira cómica sobre Astérix y siete palabras existentes hoy en día en la lengua francesa. Así resultó que cuando Clovis y su banda de brigantes llegaron a Reims vieron que tenían un vacío cultural total que cubrir, un desafío importante para una peña de analfabetos merodeadores. Dado que la imprenta aún no había sido inventada, Clovis decidió que la opción político-cultural correcta era  intercambiar sus viejos dioses tribales por algo que resultase bien en vidrieras, como el último modelo romano de Cristiandad. De tal forma que le dijo a sus seguidores, en su mayoría pagana y aria (en aquellos días el modelo político correcto), que sucumbiesen y se convirtieran, uno dos, uno dos... A cambio de apoyar a la joven iglesia romana él fue coronado Rey de los Francos teniendo el apoyo garantizado del Papa, probablemente la tasa de cambio más favorable nunca conocida. La recién inventada corte francesa, que esencialmente continuó siendo nómada hasta que Carlomagno decidió establecerse en Aachen 400 años más tarde, posteriormente siguió adelante hacia el oeste.

 Fue una sorpresa para los Francos comprobar que allá dónde iban constituía ahora Francia, al menos mientras ellos siguieran allí. Por supuesto, una vez que se marcharon, el país volvió a ser esencialmente bosques y florestas o lo que fuese antes. Todo continuó de esta manera concluyendo de forma salvaje y repentina cuando los Francos occidentales llegaron a la salvaje Bahía de Vizcaya y a los acantilados desolados de Bretaña, Finisterre, el fin de todo. El mundo conocido acababa claramente bajo sus pies, ¿adónde ir desde aquí? América aún no había sido inventada y de todas formas, casi ninguno sabía nadar... La presión demográfica y la memoria de la raza perduran, y los descendientes de ésta gente protofrancesa con capacidades náuticas limitadas nunca se recuperaron del susto. Tal podría ser la causa del ligero nerviosismo que causa a los franceses los inmigrantes que no parlez-vous, así como de sus continuas referencias a l’excéption française, en especial respecto a cuotas televisivas. Ridículo, en realidad. Después de todo, son sólo un montón de extranjeros, ¿no les parece?.  

 De todas maneras, el libre movimiento de capitales y la inexistencia de controles fronterizos condujeron a un alto nivel de intercambio, por no decir “relaciones” diplomáticas, con Italia, Roma y demás, y con el transcurso del tiempo los Francos se extendieron hacia el sur por el Loira. Aquí, al descubrir las ruinas de villas romanas y otros indicios de hegemonía cultural, los Francos empezaron a creer que Francia era latina, lo que significaba que ellos también lo eran... He aquí la causa de una gran confusión, tanto lingüística como administrativa, desde entonces. La situación actual es la siguiente: el norte del país (o franco) quiere estrechar sus lazos con el área germánica de Europa, mientras que el sur (o último) sería más feliz como una nación totalmente mediterránea, con la idea que ya les va bien cada verano sin el Deutschmark, así que ¿por qué no dejarlos en paz?. 

 Francia es hoy en día conocida por su excepción cultural, una regla que dice que la cocina francesa no tiene parangón, y que las películas y la televisión francesa deberían continuar así. Como consecuencia el país está lleno de enólogos llamados Michelin porque no les gusta el caucho quemado o Gault et Millault, a quien tampoco les agrada. El problema recae en que mientras distinguen un cierto je ne sais quoi en el ambiente creado alrededor del camembert por el Puyseguin St Emilion, que podría ser atribuido a la influencia en el paladar de la uva merlot de maduración temprana más que del franco cabernet, más riguroso y exigente, no van a molestarse en mirar TR1, FR2, FR3, La Cinq, M6, M25, A1 o incluso reposiciones americanas, dado que cuando uno ya ha alcanzado la plenitud de la tabla de quesos las papilles gustatives tal vez estén un poco fatiguées, hmmm?.

 Y por supuesto está a la policía, uno de los pocos campos donde gobiernos sucesivos han fomentado la rivalidad activa entre organizaciones oficiales y no oficiales, aunque nadie está seguro de que el consumidor se beneficie del resultante servicio mejorado.  La mayoría lleva uniforme aunque pocos se parecen a Louis Jouvet o incluso a Jean Gabin. En cualquier caso, el turista medio no se los encontrará muy a menudo. Francia es de hecho un país claramente encantador para turistas, en menor grado para posibles colonos y claramente insoportable para los habitantes nativos, en Francia como en otra parte, la invasión administrativa organizada puede tener toda la sutileza de un par de botas de trabajo Doc Martens y puede ser tan restrictiva y pedante como una gobernanta de Stalin. El progreso reviste formas diversas, como le dijo el burócrata al ciudadano. En este punto debería añadir que los funcionarios civiles amables, comprensivos y atentos, son de hecho tan numerosos como la variedad pitbull, y es pura suerte encontrar uno u otro. También existe una categoría de administradores superiores cultos, très civilisés y educados. Dichos ultra zalameros son lo bastante listos para no meterse en líos de extranjeros a menos que se trate del primo de algún conocido. Parecido a Inglaterra, francamente. Y entre ellos y el resto de nosotros hay un gran abismo fijo, pero, claro, si conoce a alguien que conoce al ministro entonces todos los caminos se aplanan y las puertas se abren. Como en muchos otros países. Y al igual que en otras culturas, los habitantes de Francia no tienen por costumbre  hablar otros idiomas, aunque parecen tener los mismos problemas y las posibilidades cotidianas que cualquier hijo de vecino. La diferencia real reside en la forma que ambas culturas le hacen frente. Esto es conocido como l’excéption française (ver más arriba).   

 Lo que pasa con los franceses es que se les ha enseñado que Francia es el centro del universo, y, por supuesto, París, el centro de Francia. Ninguna afirmación es correcta pero es una vieja tradición que data de los días de Luis XIV, quien decidió que Francia iba a ser una de las naciones superiores, rol que cumplió durante gran parte de los siglos XVII y XVIII.  Durante este período Francia inventó muestras de Superioridad Cultural tales como Burdeos (vino), y París (courtiers, couturiers, coiffeurs), D’Artagnan (mosqueteros) y Voltaire (Iluminación). Desgraciadamente, no supieron dónde parar, y continuaron hasta inventar la Revolución (ruleta) y la Guillotina, en cuyo momento Francia perdió la cabeza completamente, o incluso dejó de tener una y de ser superior. Esto abrió el camino al Chulo de la Escuela (Napoleón) quien empezó a creerse la reencarnación de Julio César y lanzó a sus ejércitos por doquier. También decretó que todo el mundo debía conducir por la derecha y puso todas las leyes en su Código, que no estaba permitido comprender excepto para los abogados que fueron todos al Bar[1]*, con licencia estricta para la venta de alcohol. Napoleón podría ser considerado el primer intento de alcanzar la Unión Europea desde tiempos de Carlomagno, y así gran parte de los bustos reinantes de este período decidieron que más valía permitirle que se autoproclamase Emperador y así continuar gobernando. Esto podría haber funcionado a no ser por un detalle: Napoleón no tenía el zapatero correcto, dado que se paseaba en calzones blancos y botas negras pulidas de media caña. Lógicamente, el Duque de Wellington no tardó en acabar con ello, haciéndole llevar botas de goma verdes como todos los demás.

 Hacia mitad del siglo XIX el Barón Haussmann, el Prefecto de París que siempre estaba intentando mantener el orden entre las clases bajas, descubrió que había un problema de tráfico y convocó a un grupo de arquitectos (cosa de dos) que abrieron grandes avenidas maravillosas por doquier que, en el caso de llegar una revolución, permitirían una buena línea de fuego. Aunque llegó con cien años de retraso para haber conseguido una efectividad real, al menos tenían alguien que culpar for la escasez de viviendas, o problema haussing[2] como fue conocido. Incluso se podría afirmar que fue el padre de los problemas actuales en los suburbios, resultado de la demolición de gran parte del centro de París.

 En términos generales, Francia actualmente disfruta de un clima templado, amplios espacios abiertos en el campo, una reputación internacional por su excelencia cultural y su lógica. Desgraciadamente, la lógica no les ha sido de ayuda para comprender que el resto del mundo no quiere dejarles gobernar a Europa, después de todo, tienen los mejores burócratas y los Francos más duros...

 Bueno... aquellos cuya memoria les permita recordar uno o dos párrafos recordarán que Napoleón, después de cambiarse las botas, dijo “Able was I ere I saw Elba”[3] y se jubiló anticipadamente, iniciando así la industria mediterránea del turismo (nota: éste fue el único palíndromo económicamente memorable hasta la aparición de George Soros). Francia experimentó un proceso de restauración y de rápida expansión industrial que le llevó a canales, vías de tren, comidas relativamente rápidas y Alexandre Dumas (nota: éste es el único autor francés que suena igual en singular y plural). París se transformó en la Ciudad de la Luz con restaurantes, Folies Bergères y un negocio magnífico de exportación de chefs, bailarinas de cancán y mujeres hermosas como La Belle Epoque, quien tuvo una influencia destacada en la política europea y en Eduardo VII. Así Francia se convirtió en nación superior para el descanso y la recreación, una reputación que tuvo como resultado tres tentativas de dominación por los descendientes de los primos de Clovis, que aún recordaban que había sido muy maleducado al marcharse y opinaban que ya era hora de recordarle que a la familia no le había gustado demasiado.  

 Esta es la respuesta a la pregunta sobre que hay mas allá del otro extremo del Chunnel (ver más arriba) y nos trae al resto de vuelta a 1998 y todo eso. Pruebe una porción de Francia un día de éstos, gusta cada vez más como el camembert maduro, y es perfecto para acompañar un buen Burdeos tinto...

 Traducción: Mercedes Camps Herrero



[1] Juego de palabras. En inglés Bar hace referencia al Colegio de Abogados.

 

[2] Juego de palabras. En inglés haussing se pronuncia como housing, o sea, la vivienda.

 

[3] Imposible de traducir con su verdadero valor dado que se trata de un palíndromo.